Dice Mayu que cuando era niña gustaba de hacer castillos de naipes encerrada en su cuarto. No era muy sociable que digamos. Cuando empezó a ir al colegio, hacía castillos de bolígrafos, lápices y plumones. Un día llegó muy cerca al techo, o al menos eso me contó uno de sus compañeros de clase. Yo no le creo. En la universidad, los hacía de lo que encontraba a mano, siempre y cuando tenga una gran probabilidad de caerse y esparcirse en mil pedazos por doquier. Esa era una de las principales razones por las que lo hacía: eventualmente lo contruido con tanto cuidado, tendría una espectacular caída en la cual todo saldría volando. Esto valía la pena.
Un mal día, Mayu se enamoró.
jueves, 29 de marzo de 2007
río abajo
colgado por Unknown a las 10:51 p. m.