domingo, 6 de mayo de 2007

hilachitas

micaela era demasiado traviesa. nunca podía estar sin ensuciarse la ropa. las pantys bordadas que su madre se empecinaba en ponerle, no duraban más de un cuarto de hora. los vestidos corrían peor suerte. nunca pudo conservar por mayor tiempo un par de aretes y menos aún pulseritas o cadenitas. micaela era, lo que se dice, una niña salvaje. no hablemos ahora de lo engreída que era.

sin embargo, tenía dos o tres cosas que nunca podían estar descuidadas. un oso de peluche, su mantita y unas misteriosas polaroids antiguas que encontró en los cajones de su madre. esos objetos siempre estaban a buen recaudo.

lo primero en desaparecer fueron las polaroids. su madre la encontró observándolas detenidamente y de un zarpazo las hizo desaparecer. micaela tiene vagos recuerdos de esas fotos, pero cree que era una pareja feliz en diferentes lugares.

luego, fue el pequeño oso de peluche. después de corretear tanto detrás de los conejos en la casa de la abuela, cayó dormida profundamente en el pasto. al día siguiente, empezaron los trabajos de demolición. sólo quedó el bracito. hicieron un funeral digno de un dignatorio. aquí yace carolo, oso y amigo.

sólo con un tesoro, micaela empezó a calmarse. ya no garabateaba los libros ni las paredes y las pantys le duraban apróximadamente unas 5 a 7 horas. todo un logro, bromeaba su madre.

esa navidad le regalaron un perro.

snif correteaba alegre por toda la casa y hacía buena pareja. les encantaba destruir. varios pares de zapatos fueron objeto de sus torturas. micaela tuvo que regresar al kinder y snif quedó solo. la mantita quedó sobre su cama. siempre quedaba allí.

al regresar y almorzar una espesa sopa de quinua y papa amarilla, se dispuso a tomar una pequeña siesta. su nana no encontraba su manta, el perro tampoco daba señales de andar por ahí.

micaela aún tiene la mantita hecha hilachitas, pero ya no la necesita.